El Dios Sol
El sol nos aporta infinidad de beneficios, desde el punto de vista de la biología, es una fuente de vida esencial para la existencia de los seres vivos del planeta. Como ya te comentábamos en el artículo anterior con mayor detalle, el sol es esencial para la absorción de vitamina D (la vitamina antirraquítica) que permite la absorción del calcio en huesos y dientes, favorece el descanso, estimula el metabolismo, nos llena de energía y vitalidad, refuerza el sistema inmune y desinfecta. A la mayoría ponernos un ratito al sol suave, nos encanta porque regula nuestro sistema nervioso.
El hecho de haber dejado de exponer la piel al sol o de hacerlo con protectores solares, ha impedido que las funciones de las que te hablábamos en el artículo anterior puedan realizarse con normalidad. De hecho, al aumento de deficiencia de vitamina D en la mayoría de personas, se le atribuyen la gran cantidad de problemas de salud y el aumento de enfermedades como la osteoporosis, la diabetes, la hipertensión, enfermedades cardíacas, incluso el cáncer, así como de pieles cada vez más débiles y expuestas a todo tipo de desequilibrios.
El sol es un amigo pero puede ser un enemigo si no prestamos la debida atención y aplicamos sentido común. Nos bronceamos porque nuestra piel está llena de foto-receptores que absorben parte de las radiaciones a través de la melanina, unas células especializadas de nuestra piel. La piel cuando recibe el sol, estimula la producción de los melanocitos, así es como poco a poco nos vamos poniendo cada vez más morenos.
Pero tomar el sol con exposiciones repentinas y prolongadas después de todo el invierno, desmedidas, durante las horas centrales del día o con un alto índice de U.V. puede producir quemaduras solares que pueden derivar en erupciones y posteriormente en manchas por hiper-pigmentación. No tomar el sol con cierto sentido común puede provocar deshidratación, y por lo tanto que la piel pueda pelarse incluso perder firmeza y juventud y producirse foto-envejecimiento. Otro tema que nos preocupa y que estamos habituadas a ver, son las denominadas «melanopatías», es decir, disfunciones en la formación de melanina que pueden producirse por un abuso de sol, alimentación deficiente o el consumo de determinados fármacos.
Aunque la exposición solar excesiva es un factor de riesgo establecido para el melanoma maligno cutáneo, la exposición continua a los rayos solares altos se vinculó con mayores tasas de supervivencia en pacientes con melanoma en etapa temprana en un estudio informado por Marianne Berwick, profesora de epidemiología en la Universidad de Nuevo México, en la Revista del Instituto Nacional del Cáncer de febrero de 2005.
Es importante señalar que la mayoría de los melanomas ocurren en las áreas del cuerpo menos expuestas al sol, y que la exposición a la luz solar, en realidad, redujo el riesgo de melanoma en un estudio publicado en junio de 2003 en Journal of Investigative Dermatology.
Otros estudios argumentan que los beneficios para la salud de la exposición solar, parecen superar los efectos adversos y que los riesgos pueden minimizarse controlando cuidadosamente la exposición a los rayos ultravioletas, así como aumentando la ingesta de antioxidantes y grasas saludables en la dieta y cuidando la piel externamente con hidrolatos y aceites crudos y orgánicos.